El principal argumento de este libro es que la Historia Económica necesita un paradigma distinto de investigación histórica, un paradigma que en lugar de someterse a la teoría económica contribuya a renovarla. Como dice Boldizzoni, si la teoría ha de fundarse en los hechos, entonces lo lógico es que sea la historia la que corrija a la teoría y no viceversa. La cuestión no es inventar ese paradigma de la nada sino aprender de las lecciones de ciertos historiadores económicos innovadores del siglo XX. Lo que encontramos en esos autores es una tercera vía entre una historia de tipo narrativo y una reducida a la condición de ciencia social aplicada.

La historia económica no adquirió una identidad propia hasta que la economía se convirtió en una ciencia deductiva, propensa a considerar universales pautas de conducta que en realidad son particulares, específicas de determinada cultura. Esta transición culminó en los últimos veinticinco años del siglo XIX y no fue del todo inesperada. Además, según el autor, en la actualidad, la historia económica atraviesa una crisis de identidad profunda debido al desarrollo de un movimiento que surgió en Estados Unidos a finales de la década de 1950, la llamada “nueva historia económica” o “cliometría”.

Se espera además que la historia mejore la comprensión que tenemos del pasado y quizá coincidamos en que lo que caracteriza a una buena investigación histórica es la capacidad de arrojar luz sobre el funcionamiento de sociedades que difieren en diversos grados de la nuestra. También es indispensable tomar en cuenta que la historia también estuvo en gran medida condicionada por la ideología que, por cierto, hasta la actualidad está presente y se debe ser muy cuidadoso a la hora de revisarla.