El comercio era de importancia capital para el desarrollo de Buenos Aires. La fundación del Virreinato del rio de la Plata (1776) con su capital en Buenos Aires, y la extensión de la Ordenanza de Libre Comercio a la ciudad (1778) abrió las puertas al comercio legal con las ciudades de España.

Buenos Aires desde el siglo XVII tenía un grupo comerciante bastante definido e importante, activo tanto en el comercio legal autorizado por la Corona española como en tratos de contrabando con los portugueses, los ingleses y franceses. A mediados del siglo XVIII los comerciantes aparecen en ramas específicas de la actividad, los más importantes fueron las mercaderías castellanas (la tela, el hierro y los artículos suntuarios europeos), los productos locales y los que se producían en el interior de la región (yerba mate, cueros, sebo), la plata de las minas del Alto Perú, los esclavos.

Los comerciantes que se dedicaban al comercio ultramarino eran la columna vertebral de la economía de la colonia. Como comerciantes prestamistas e inversores los hombres dedicados al comercio controlaban una gran parte de la vida económica cotidiana de la colonia. En otras palabras, dominaba el capital comercial. Los comerciantes porteños se clasificaban socialmente basados en el poder económico y el prestigio social.

A través del puerto porteño se practicaba el intercambio de mercaderías europeas y la venta ilícita de productos (contrabando). Ingresaban a la ciudad, mediante este comercio ilegal, aguardiente, azúcar, telas y tejidos y, en particular, esclavos. Un factor importante en el desarrollo del contrabando es el aumento de la producción en Inglaterra y Holanda de la mano del establecimiento de fábricas, lo que ofrecía un incentivo adicional a los comerciantes para conseguir nuevos mercados.